La estructura y organización social de los elefantes es una de las más complejas en el reino animal, pues estamos hablando de mamíferos de gran inteligencia y con sistemas de comunicación avanzados que les permite manifestar una serie de comportamientos que anteriormente se creían exclusivos del hombre. Observar una manada de elefantes de cualquier especie, es sinónimo de organización, entendimiento, jerarquía, lealtad, apoyo y protección.
Manadas
Para empezar, un grupo de elefantes o manada, puede estar compuesto por una sola hembra y sus descendientes, o bien, varias hembras de distintas edades y sus crías de diferentes años y géneros sexuales. Por ello es muy común ver a ejemplares de todos los tamaños y con variado número de integrantes que va desde tres o cuatro, hasta 25.
Una manada de elefantes es sinónimo de organización, entendimiento, jerarquía, lealtad, apoyo y protección.
Cada grupo es liderado por una hembra de edad avanzada, así que se rigen por un sistema de matriarcado. Generalmente la líder es la de mayor edad, pues su experiencia de años le permite dirigir al grupo sobre rutas donde pueden encontrar mejores opciones de alimento y cuerpos de agua. Permanecer en unión, les da una cierta seguridad para enfrentar a los depredadores que puedan encontrarse en el camino, sobre todo aquellos que atacan por manada, como leones africanos (Panthera leo) y asiáticos (Panthera leo persica), hienas (Hyaenidae) y perros salvajes africanos (Lycaon pictus).
Ante una situación así, los elefantes hacen lo posible por defender a las crías y a los jóvenes principalmente, quienes carecen de colmillos, fuerza y rapidez para actuar e imponerse ante ellos. Es muy difícil vencer a un elefante, pero en la vida salvaje cualquiera puede convertirse en presa.
Manada de elefantes africanos.
Por otro lado, los machos jóvenes permanecen en las agrupaciones familiares hasta que llegan a la madurez sexual y el instinto los obliga a buscar nuevos caminos por separado, aproximadamente entre los 12 y 15 años de edad. Cada individuo masculino permanece solo por algún tiempo o puede optar por juntarse con un pequeño grupo de machos para mantenerse en compañía.
Tales agrupaciones masculinas mantienen una estructura social de jerarquía en donde los más grandes y longevos se posicionan al frente y al final de las filas como forma de protección. No mantienen fuertes vínculos como los matriarcales, así que tienen la libertad de abandonarlo cuando así lo desean y los lugares de mando se reajustan cada vez que algún líder se va. Cabe mencionar que la importancia de estas formaciones en la vida de un joven macho elefante, es crucial.
Influencia entre miembros de la manada
En una investigación publicada en 2011y respaldada por National Geographic, se reveló que los machos tienden a tener malos comportamientos en su vida cuando su formación ha carecido de la presencia de otros compañeros masculinos. Realizan acciones más agresivas y son más vulnerables a entrar en el “must” antes de tiempo, como consecuencia de no haber tenido “modelos a seguir” y una enseñanza de cómo deben comportarse.
Generalmente, los elefantes africanos macho son considerados muy agresivos y antisociales, aparte de demostrar mayor actividad hormonal que repercute en un comportamiento hostil en algunas ocasiones. Lo cierto es que es posible que creen lazos de amistad con otros individuos y sean considerados “maestros” por miembros de menor edad y categoría.
Manada de elefantes asiáticos.
Los machos deben tener «modelos a seguir» para que aprendan a comportarse.
A medida que conviven, los más jóvenes comienzan a entender su fuerza y su rol como machos; a conocer sus posibilidades y aprender tácticas que requerirán cuando tengan una edad adulta. Por ejemplo, investigadores de la BBC estuvieron presentes en una escena donde un elefante de seis meses de edad, observaba a un adulto olfatear la orina de una hembra para averiguar sobre su fertilidad. Cuando el macho se alejó, el inexperto elefante se acercó para olfatear y tocar el charco de orina, tratando de entender por qué resulta ser algo atractivo para sus compañeros.
Por su parte, los machos adultos establecen jerarquías con base a los combates que se presentan. Generalmente, los más grandes de tamaño tienen una mayor fuerza, por lo que casi siempre resultan vencedores. Los que resultan perdedores pueden volver a intentarlo algún tiempo después, cuando su cuerpo alcance las características que se requieren para ganar.
Esta socialización de los elefantes se ve seriamente afectada cuando cazadores furtivos acaban con los machos más grandes o más viejos, pues no solo reducen las poblaciones, sino que privan de la vida a un “mentor” que compartía su experiencia y conocimiento hacia sus “discípulos”. Las matanzas van más allá de las crueles escenas; perjudican a una comunidad entera y a toda una generación.
Muestra de emociones de los elefantes.
Demuestran emociones
Numerosos estudios respaldados por científicos de varias partes del mundo, coinciden en que los elefantes (de ambas especies), demuestran comportamientos que también forman parte de la vida humana, como la angustia, el duelo hacia sus muertos y otras emociones que nos indican su elevado grado de inteligencia.
Una cantidad suficiente de vídeos muestra la empatía y el esfuerzo heroico entre los miembros de una manada, especialmente entre individuos que son familia. Si una cría o joven están en problemas, como por ejemplo, una caída hacia un agujero fangoso o una amenaza de depredador, los adultos encuentran la manera de ayudar y “tranquilizar” al afectado después de que el peligro ha pasado.
Similar a esto, cuando en las largas y arduas migraciones algún miembro llega a cansarse, los otros elefantes, también agotados, intentan reanimarlo con ayuda de las patas y la trompa para que no pierda el paso y se quede atrás. Esta es una manera de levantar el ánimo como “una palmada en la espalda” que el humano suele hacer en momentos donde se requiere alentar a una persona.